La rebelión del 27N respaldó el rechazo popular al neoliberalismo

Caracas, 27 Nov. Cortesía AVN.- El 27 de noviembre de 1992 un movimiento cívico-militar conformado por oficiales de la Armada y la Fuerza Aérea irrumpió contra el neoliberalismo y la llamada democracia representativa en una acción que sumada a la gesta del Ejército el 4 de febrero, evidenció la ilegitimidad del bipartidismo que durante años sometía al pueblo venezolano a la pobreza y represión.

Aquel día, hace 23 años, se demostró la falacia del supuesto liderazgo de Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática) y fue creada la fisura de la que en breves años surgiría la victoria popular de Hugo Chávez en 1998.

Mientras el líder del 4 de febrero permanecía preso en la cárcel de Yare (Miranda), la noche del jueves 26 de noviembre, la aviación militar, infantería de marina y pueblo revolucionario agrupado en Bandera Roja y Tercer Camino se organizaron para tomar el Palacio de Miraflores, Venezolana de Televisión (VTV), las bases aéreas de La Carlota (Caracas), Libertador, Mariscal Sucre (Aragua) y Landaeta (Lara).

La operación estaba planificada por un componente aéreo desde Maracay y la toma del palacio de gobierno en Caracas por tropas de infantería, mientras que otros grupos civiles y militares ocuparían VTV y la estación repetidora de Los Mecedores, en el Warairarepano, para divulgar el mensaje de dignidad al pueblo a través de la televisión.

En la madrugada del 27 un grupo de civiles, entre ellos Eliécer Otaiza, se preparaba para tomar Miraflores junto a la Unidad de Operaciones Especiales de la Armada y cerca de las 4:30 el mensaje «Por ahora y para siempre» en boca del comandante Chávez llamaba de nuevo a la lucha y expresaba el sentimiento popular por las pantallas de televisión.

Batalla en el cielo

Luego de descubrirse el plan y ser detenidos 700 oficiales rebeldes, el traslado de los batallones de infantería de Marina Rafael Urdaneta y Simón Bolívar desde Puerto Cabello (Carabobo) hacia Caracas, en aviones Hércules, fue desarticulado; sin este refuerzo no pudo tomarse la Comandancia General de la Armada, quedando cómo único componente insurgente la Fuerza Aérea.

De Maracay despegaron cuatro aviones Bronco, dos T2D, varios Tucanos T27 y tres caza Mirages, uno de ellos pilotado por el teniente coronel Luis Reyes Reyes; mientras, La Carlota fue controlada por los tenientes coroneles Wilmar Castro Soteldo y William Fariñas, junto con las bases Sucre y Libertador. De esta última despegaron dos caza F16 leales a la Doctrina de Seguridad Nacional en defensa del gobierno de CAP.

El primer objetivo de los F16 fue uno de los aviones rebeldes pilotado por el teniente Carlos Mitil, que tomando posición de aterrizaje fue derribado. Como respuesta desde Maracay se ordena el ataque sobre Miraflores, Fuerte Tiuna y El Helicoide.

A las 11:00 de la mañana comienza el combate aéreo en el cielo caraqueño, cuando los aviones Bronco se enfrentan al grupo F16 y repliegan a la brigada de tanques que avanzaba hacia La Carlota. Desde Fuerte Tiuna una batería antiaérea derriba al Bronco OV-10, pilotado por el teniente Luis Magallanes, quien sobrevive al eyectarse, mientras que en Lara otros dos Bronco fueron derribados.

La magnitud del fuego contra la Base Aérea Libertador obligó la evacuación de 41 oficiales y 37 miembros de la tropa rebelde que en un avión Hércules emprendieron vuelo hacia Perú comandados por el general Francisco Visconti y escoltados por Luis Reyes Reyes, quien luego se rindió en Barquisimeto.

La lucha popular

Antes del combate aéreo, Otaiza y los civiles comenzaron el ataque al palacio, donde lograron vencer los dos primeros cercos de seguridad, sin embargo, fueron diezmados. El teniente Otaiza fue trasladado al hospital militar con un cuadro de infarto del que sobrevivió.

Mientras, otro grupo de civiles tomó VTV para convocar a la movilización popular («el hombre de la camisa rosada»), la cual tuvo conatos en el centro de Caracas, Petare, Caricuao, La Vega y Catia, donde se escucharon cacerolas.

A las 5:00 de la tarde el gobierno, mediante la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) y la División de Inteligencia Militar, se logró el rendimiento de los oficiales cuyo líder era el contralmirante Hernán Grüber Odremán.

Radio Rumbos fue allanada por la Disip, cuyos esbirros destruyeron el estudio de transmisión en vivo, acción que pudo ser escuchada en los aparatos de radio, su antena ubicada en Villa de Cura (Aragua) fue derribada y se ordenó posteriormente la suspensión de sus transmisiones.

Voceros del gobierno subestimaron el impacto moral que esta insurrección dejó en el pueblo, llamó «trasnochados» a los líderes rebeldes junto a otras expresiones anticomunistas y despectivas. El entonces Gobernador del Distrito Federal, Antonio Ledezma, calificó al movimiento popular como personas que «ni siquiera tienen capacidad intelectual».

La crisis política continuaría luego del 27N, acentuando la fragilidad del puntofijismo en igual proporción que la desigualdad y exclusión. CAP sería expulsado de su partido, destituido y enjuiciado. Las medidas neoliberales continuarían en el gobierno de Rafael Caldera (1993-1998) con la Agenda Venezuela, las privatizaciones y los auxilios financieros del Fondo Monetario Internacional, medidas que serían revertidas por la Revolución Bolivariana. AVN