Caracas, 28.08.18 (Cortesía MIPPCI).- El 28 de agosto de 1985, falleció el periodista, escritor, humorista y político Miguel Otero Silva, quien fue miembro activo del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y del diario El Nacional. Se caracterizó por su activismo político y por reflejar la historia venezolana, a través de sus novelas.
Nacido en Barcelona, estado Anzoátegui el 26 de octubre de 1908, se le considera como uno de los máximos exponentes de la literatura social en el país.
Su padre, Henrique Otero Vizcarrondo, pertenecía a una familia de hacendados. Cuando tenía seis años, Miguel se trasladó a Caracas con su familia, que se instaló en el barrio de La Pastora. Cursó estudios en el San José de Los Teques y en el Liceo Caracas, que dirigían Luis Ezpelosín y Rómulo Gallegos. En las aulas de este plantel coincidió con un grupo de jóvenes estudiantes que iban a constituir la élite intelectual y política del país después de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, entre ellos Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Isaac J. Pardo, Rafael Vegas.
Tras concluir la secundaria en 1924, comenzó estudios de Ingeniería Civil en la Universidad Central de Venezuela, tomando finalmente otros caminos. Inició su carrera periodística muy joven, con la redacción de la revista humorística Caricaturas; más tarde fundó El Morrocoy Azul, el semanario político Aquí Está y posteriormente el periódico El Nacional.
Miguel Otero inició su lucha política en 1928, cuando formó parte de la Generación del 28 que se sublevó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, por esta razón sufrió el exilio desde 1930 hasta 1936, y posteriormente fue sancionado por otros Gobiernos, por su escritura de denuncia y su posición política.
En 1930, se inscribió en el PCV, en donde aprehendió el marxismo como parte de su personalidad. En 1955, publicó su más célebre novela Casas Muertas, que le hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura (1955-1956). En 1968, fue diputado por el estado Anzoátegui, y se caracterizó por ser un luchador firme y decidido en la organización política de los trabajadores, por la aplicación integral de leyes que los favorecieran y por un mundo donde encontraran la justicia que merecían.
En 1951, se apartó de la política partidista -aunque conservó su ideología política y social-, asegurando que no estaba hecho para las disciplinas de partidos.
En 1980, ganó el Premio Lenin de la Paz por su fiel carrera política y profesional. Manifestó su inconformidad con la política del país al decir: “Cada día nos convertimos de país millonario en mendigo (…) en ese camino vamos y no estoy acusando a este gobierno en particular, sino a todos los gobiernos y a todas las clases dominantes venezolanas”.
Los últimos quince años de su vida los dedicó a sus grandes pasiones, el coleccionismo de arte (en su casa de Caracas, bautizada Macondo en homenaje a Cien años de Soledad), donde llegó a atesorar, entre otras piezas de gran valor, un ejemplar de la efigie de Balzac, de Auguste Rodin, y una de las más importantes colecciones privadas de iconos sagrados rusos. Otra de sus pasiones fue el humorismo, con el estreno de una versión hilarante de Romeo y Julieta (1975). También se dedicó a escribir, parte de ello fueron dos novelas históricas: Lope de Aguirre, príncipe de la libertad (1971) y La piedra que era Cristo, publicada en 1984, un año antes de su muerte.
Entre sus obras más famosas están, además de Casas Muertas, Fiebre, Oficina número uno, Cuando Quiero Llorar no Lloro, y La Muerte de Honorio. Prensa Digital MippCI/Agencias