Caracas, 26 Jun. Cortesía AVN.- Este martes se cumplen 110 años del natalicio de Salvador Allende, una de las más importantes personalidades de la historia de Chile y América del Sur. Un hombre leal que dio la vida por su pueblo, y que no se arrodilló ante el imperio estadounidense.
Allende, quien nació el 26 de junio de 1908 en Valparaíso, se caracterizó por defender la soberanía e igualdad del pueblo chileno a lo largo de su carrera política, especialmente en los tres años que estuvo al frente de la presidencia, entre 1970 y 1973.
Al igual que el líder revolucionario Ernesto «Che» Guevara, Allende fue médico de profesión y durante su carrera formó parte de grupos de tendencias de izquierda. De hecho, en 1933 fue cofundador del Partido Socialista.
Antes de los 30 años, Allende ya era diputado y desde esa tribuna destacó por su gestión en leyes sociales, también fue ministro de Salubridad del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, entre 1939 y 1942, y senador desde 1945 hasta 1970, en donde llegó a ejercer la presidencia de la cámara alta del Congreso.
Habiendo recorrido el país en tres campañas presidenciales, Allende llegaría a la presidencia el 4 de septiembre de 1970, apoyado por la histórica coalición de partidos de izquierda llamada «Unidad Popular», convirtiéndose así en el primer presidente socialista electo por vía democrática en América Latina.
Desde su llegada a la presidencia, Allende impulsó importantes reformas políticas, económicas y sociales que transformaron al país, entre ellas la nacionalización del cobre y la profundización de la reforma agraria.
Además, entre sus logros figuran aumentos salariales. Entre noviembre de 1970 y julio de 1971 el ingreso mínimo de los trabajadores aumentó 60%, se bloquearon los precios de los productos básicos pan, leche, electricidad, arriendo; se lanzó un gran plan de construcción de viviendas populares y se crearon numerosas nuevas escuelas primarias y secundarias, reseña el portal http://salvadorallende.blog.lemonde.fr
Allende siempre fue visto por el gobierno estadounidense como un enemigo, de hecho el entonces presidente estadounidense, Richard Nixon, entró en furia al conocer la victoria del líder socialista.
Una de las órdenes que dio Nixon a su entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, fue «hacer aullar a la economía chilena», así lo revela el informe de la Comisión Church, designada por el Congreso estadunidense para estudiar las operaciones gubernamentales y actividades de inteligencia realizadas en Chile entre 1963 y 1973, y que citó el portal mexicano La Jornada en 2003.
El imperio estadounidense utilizó todos los recursos posibles para poner fin al gobierno de Salvador Allende, para ello empleó patrocinios de huelgas, asesinatos y una guerra económica que se caracterizó por el desabastecimiento.
«Ocho millones de dólares fueron gastados secretamente entre 1970 y el golpe militar de 1973», dice el informe Church, y agrega que en ese lapso «la CIA y militares estadounidenses establecieron contactos con militares chilenos con el fin de reunir materiales de inteligencia y permitir a Estados Unidos entrar en comunicación con el grupo con más posibilidades de arrebatar el poder al presidente Salvador Allende», agrega el citado medio.
Es así como el 11 de septiembre de 1973, militares chilenos aliados de Estados Unidos y comandados por Augusto Pinochet, llevaron a cabo un golpe militar.
Ese día, el palacio de Gobierno, llamado «La Moneda», fue bombardeado por aviones y tanquetas. A pesar de los intentos de sus familiares y de su círculo amistoso y político más cercano para llevarlo a un lugar seguro, el mandatario no quiso abandonar su lugar. Y desde ahí se dirigió al pueblo a través de un último discurso, en declaraciones difundidas en vivo por Radio Magallanes.
«Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile (…) Ante estos hechos solo me queda decirle a los trabajadores, yo no voy a renunciar».
Asimismo manifestó: «Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos».
En ese discurso agradeció a los chilenos por la confianza que depositaron en él y agregó: «Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria».
«Éstas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición», exclamó.
Allende se convirtió así en el Presidente Mártir, en un referente para la lucha de los pueblos oprimidos por el imperio estadounidense.